Las fotografías incluidas para las constelaciones de este montaje representan la puesta en escena del público que visita la feria. Indagan por los sentidos que tiene el espacio de circulación del arte al ser un lugar para exhibir obras, pero también para exhibir vestuarios y con esto los visitantes se exhiben a sí mismos. Pensando en el concepto de distinción del sociólogo francés Pierre Bourdieu, considero que Artbo es un espacio que se presenta como la ocasión para portar piezas que demuestren una distinción en términos de capital económico, capital social y capital cultural, así como la oportunidad para expresar disidencias, esto quiere decir que la moda constriñe, pero también es posibilidad[1]. En cuanto a la distinción, Bourdieu explica:
Lo que comúnmente se suele llamar distinción, es decir una calidad determinada, casi siempre considerada como innata (se habla de “distinción natural”), del porte y de los modales, de hecho no es más que diferencia, desviación, rasgo distintivo, en pocas palabras, propiedad relacional que tan solo existe en y a través de la relación con otras propiedades[2].
Esto quiere decir que los grupos que ocupan posiciones superiores en el espacio social intentan distinguirse de los demás grupos a través de sus decisiones estéticas. Siguiendo al autor, aún al interior de grupos con proximidad en el espacio social, cuyo estatus socioeconómico puede considerarse cercano, hay un ejercicio de exclusión, expresado en nuevas y ambivalentes representaciones de lo vulgar, en el constante esfuerzo por establecer una distancia y practicar un rechazo. Esto se logra, así, por medio del fortalecimiento de los contrastes y las tensiones sociales entre grupos, además, se trata de un proceso en el que “el poder distintivo de las posesiones y de los consumos culturales, obra de arte, titulación académica o cultura cinematográfica, tiende a disminuir cuando aumenta el número absoluto de quienes están en condiciones de apropiárselos”[3]. De este modo, la distinción es un referente conceptual clave para el análisis de los, efectivamente, distintivos atuendos que circulan en la feria, especialmente en la noche de inauguración. Como se observa en los montajes, estos son un elemento que forma parte de los modos de producción del habitus cultivado, perteneciente al espacio social de la feria, porque establecen un conjunto de representaciones y de prácticas que se ajustan a, lo que parece ser, una propiedad distintiva predispuesta a recibir unos valores específicos a la misma distinción que proporciona. Siguiendo a Angélica Zorrilla, artista plástica y anterior directora de la carrera de Artes Visuales de la Universidad Javeriana, esto quiere decir que al visitar Artbo, en la noche de inauguración, se experimenta una dinámica que opera por una estructuración de las relaciones sociales, a su vez regidas por una distinción a los agentes del campo, distribuida por sus vestuarios:
…la situación del stand que tiene esta guardia siempre en el frente, muy bien vestida, pero que te mira con distancia porque, además, hacen como un escaneo de quiénes son los posibles compradores y no le hablan a todos, sino solamente a los posibles compradores. Ahí hay toda una dinámica social y política que quienes están inmersos en la feria la manejan a la perfección, uno como agente externo, digo yo, uno como del vulgo, pues, ni se entera, uno, simplemente, se choca con: “no pues a mí ni siquiera me van a decir cuánto cuesta esa pieza porque no tengo la pinta.”[4]
Este mecanismo de distinción permite reconstruir una percepción sobre el campo del arte, sobre el lugar de sus agentes en la estructura social y sobre la conformación de un espacio social, para la circulación de arte, que se diferencia de otros. Así, se conforma un mapa de los procesos que distribuyen los agentes del campo, a partir del cual surge la pregunta sobre cuáles son los circuitos de circulación del arte contemporáneo y qué significa aproximarse a él en términos de capital cultural. De allí se pueden inferir unas “reglas del juego” bajo las que emerge una serie de barreras sociales, al igual que unos mecanismos de distinción, que juntos tienen efectos sobre la conformación de marcos de sentido con los cuales es posible interpretar una enunciación del arte contemporáneo desde el registro de lo visible. En esta línea, Néstor García Canclini señala que “la imbricación de lo económico y lo simbólico remite a cómo la clase dominante puede imponerse en el plano de lo económico y reproducir esa dominación, si al mismo tiempo logra hegemonizar el campo cultural”[5], esto conduce necesariamente al escaneo del que habla Zorrilla, es decir, un proceso de clasificación y tipificación de las identidades que circulan. Igual que ella, María Sol Barón Pino, curadora y profesora del departamento de Artes Visuales, coincide al observar que participar del espacio de feria requiere enfrentar el papel de la imagen y la apropiación de repertorios conceptuales alrededor de las prendas y los objetos, a través de los cuales surgen posibilidades para la obtención de un capital social:
Artbo es, en términos sociales, un espacio muy harto, muy pesado. Todo eso de la etiqueta y de todo el mundo estrenando la pinta el día de la inauguración, todo el mundo buscando el contacto social. Esas son cosas que son raras pera mí que sí participo del campo, pero más desde el ámbito académico y desde el ámbito investigativo y yo creo que sí, muchos artistas y todo el mundo hace cara de alegría en Artbo, pero muchos están llevando un proceso de sufrimiento y de estrés intenso durante cuatro días.[6]
En las dos narrativas de estas agentes especializadas del campo, refiriéndose a la experiencia de asistir a la feria, el tema de la pinta surgió orgánicamente y esto confirma que, al indagar por la enunciación del arte contemporáneo en el marco de Artbo, desde el registro de lo visible, un elemento que saltará a la vista son, las elecciones de vestuario de los visitantes, en un espacio que obliga a enfrentar una discursividad visual de realismo capitalista, siguiendo a Mark Fisher, que rebasa lo inesencial, en términos de Baudrillard, para convertirse en primordial para las relaciones sociales que se establecen en el espacio de circulación de arte que configura la feria. Con esto en mente y pensando en un público general, por medio de una inmersión etnográfica en la plataforma de Instagram, la segunda constelación del montaje presenta una serie de imágenes ancladas a la ubicación geoespacial de la feria, seleccionadas por captura manual y que considero publicadas con la intención de hacer énfasis en el atuendo que se eligió especialmente para ser parte del público de Artbo. Esto último se puede comprobar, por ejemplo, en la primera imagen, cuya leyenda dice: “Inauguración ARTBO / 2022, con el pantalón más lindo de @crbastudio”. Siendo esta publicación el ejemplo más claro, en las demás, elementos performativos impuestos por la mediación de unas experiencias corporales inconscientes y gestualidades que transmiten valores, virtudes y competencias de clase, indican el valor que tiene incluir la selección de prendas como parte del encuadre. Sin duda hay unos juegos de rechazo y el desarrollo de unos comportamientos propios de los ejercicios de distinción, bajo los que, no solo se portan unas piezas distinguidas por su diseñador, tienda o boutique, sino que también se deja un registro de esta práctica, una representación de la manera como percibo este mundo, y cómo soy percibido por los demás en una determinada posición del espacio social.
[1] Ima Esther Poveda Núñez, Moda masculina en Bogotá, 1941 – 1970: la moda como control y posibilidad en la construcción de masculinidades. Tesis doctoral, 2022.
[2] Bourdieu, P. (1997). Espacio social y espacio simbólico. En Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción (pp. 11-26). Barcelona: Anagrama.
[3] Bourdieu, P. (2012). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Buenos Aires: Taurus.
[4] Angélica Zorrilla, entrevistada por la autora, Bogotá, marzo 18, 2019.
[5] García Canclini, Néstor, Diferentes, desiguales y desconectados. Barcelona: Gedisa. 2004.
[6] María Sol Barón. Entrevistada por la autora. Bogotá. Marzo 15, 2019.