Enfoques teóricos de la justicia y equidad

Los conceptos de justicia y equidad y su distinción están enmarcados en unas prácticas institucionales, entendidas por John Rawls como aquellas actividades reguladas o sistemas de reglas a ser aplicadas, de modo que para comprenderlos, lo primero sería descifrar las reglas que gobiernan las distintas prácticas, siendo esta una condición necesaria y previa a la comprehensión de la representación de las mismas. Adicional a eso, se trata de dos conceptos ligados a una serie de representaciones, las cuales tienen la capacidad de modificar la realidad que parecen reflejar desde su aspecto simbólico: la justicia, por su parte aparece en el texto como un complejo de 3 ideas: libertad, igualdad y recompensa, lo que nos permite hacer un rastreo de la comprensión de la sociedad frente al concepto a partir de la construcción de lo imaginario, es decir, la libertad, la igualdad y la recompensa son conceptos subyacentes que hacen pensar y comprender la justicia más allá del espejismo positivista de los hechos reales, ya que las sociedades no solo se componen de hechos reales, sino también de las representaciones colectivas y de los imaginarios sociales[1].

Así las cosas, estos imaginarios cumplen una función fundadora en la sociedad, y sus fundamentos ya no son las condiciones materiales de la vida, sino la representación que los diferentes grupos que la componen se hacen de ellas, de manera que se trata de elaboraciones simbólicas cuya realidad reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos en las múltiples funciones que ejercen en la vida social. Además, este conjunto de imágenes mentales se sirve de producciones literarias, morales, políticas, de diferentes formas de memoria colectiva y de prácticas sociales, para sobrevivir y ser transmitido.

En el ejemplo que se plantea en la primera parte del texto de John Rawls, se interpreta que la aplicación e implementación de una práctica como sistema de reglas en casos específicos presume decisiones basadas en circunstancias empíricas diversas que pueden variar considerablemente en diferentes cuestiones de justicia. Sin embargo, el autor no es específico sobre aquellas condiciones que le permiten a un sujeto decidir sobre la relevancia de una regla dentro de una práctica en concreto, pero aclara que la justicia “es la virtud de las prácticas en las que se presupone que existen intereses rivales y pretensiones conflictivas y que las personas van a insistir en sus derechos frente a otras”. En este sentido, y volviendo a los imaginarios, cabría señalar que cada sujeto, al heredar desde el nacimiento un hábitat simbólico complejo, que se presenta como una realidad objetiva de la cual no es posible prescindir y que está sujeta a transformaciones, sus intereses y agenda personal siempre se verán reflejados en su interpretación y justificación en el modo de empleo de las reglas que comprende una práctica.

La equidad, por su parte, aparece en el texto de Rawls como elemento fundamental para la justicia, y como un dictamen aplicable para juzgar prácticas y sus reglas. En este sentido, y teniendo en mente que según el autor hay un criterio específico que apela a la moral y a la emocionalidad para reconocer a otro como una persona con intereses y sentimientos similares a los de uno mismo, habría que preguntarse por lo que ocurre en la ausencia de un lugar propio en el ejercicio de la equidad, es decir, aquellas acciones calculadas y formas subrepticias que adquiere la creatividad dispersa, táctica, artesanal de grupos o individuos atrapados en el complejo entramado de relaciones de poder. Así, y con un interés por descifrar los esquemas de acción y por estudiar los modelos de operación, sería de gran importancia tomar en cuenta los modelos de acción característicos de los usuarios de quienes se oculta bajo el sustantivo púdico de consumidores, la condición de dominados, ya que esos modelos de acción no solo se configuran desde el poder, sino también desde aquellos que son los débiles: la agencia de los grupos subalternos. De esta manera, al hacerse visible la posibilidad de subvertir las cosas al utilizarlas con fines y en función de referencias ajenas al sistema desde el cual se elaboran o producen, se resalta el papel decisivo de los procedimientos y dispositivos tecnológicos en la organización de una sociedad que se articula, siguiendo a Michel Foucault, a partir de las prácticas organizadas en los dispositivos, de modo que se hace necesario que un discurso se convierta en dispositivo[2] en el cual de constituyen las prácticas y sus reglas.

Un ejemplo de esto es el sistema de representaciones burgués que constituye la práctica del trabajo y sus postulados expuestos en la tesis que defienden “los defensores de todo orden social existente” en el análisis de Marx. En este sentido, el discurso del trabajador y su deber con la sociedad y con la cultura es el dispositivo desde el cual se pueden observar las prácticas, la lógica que suponen y la capacidad de maniobra distinta para cada actor social atravesado por diferentes relaciones de poder. Con este texto se hace evidente que no todas las prácticas están administradas desde un lugar propio, algunas de ellas dan espacio a la pluralidad y pueden hacer funcionar el orden dominante en otro registro, aunque siempre inmersas en el entramado de relaciones desiguales de poder. En esta línea, viene muy pertinente el texto de Rosanvallon donde se discute la idea de igualdad y se definen dos fuentes de legitimación de la desigualdad: el azar y el mérito. En su análisis se manifiesta la necesidad de ponerse en guardia contra una apreciación demasiado simple de la dominación, hay una distancia que existe entre los mecanismos que apuntan a controlar y someter y, por otro lado, las resistencias de quienes son su objetivo.

Para concluir, los conceptos de justicia y equidad representan en ellos mismos una materialidad, una forma presente de significar la realidad a través de diferentes dispositivos y sistemas de significación a los cuales se inscriben, y es a partir de allí que se llevan a cabo procesos de apropiación de sus representaciones, resquebrajándose así la noción de la invariabilidad de los conceptos y los sistemas de pensamiento a través del tiempo. No obstante, es a partir de las representaciones de justicia y equidad en la sociedad que se le da una forma a la misma y se incide en la manera en que ésta opera, es decir, las estructuras del mundo social son producidas por prácticas sociales que articulan y permiten estudiar y analizar el contexto y el imaginario, siempre en relación con determinada materialidad, adicional a la imposición de cierta autoridad a través de las prácticas que las representaciones producen al legitimar un proyecto o al justificar conductas, de modo que se ubican en un campo de competiciones, de disputas de poder y de dominación.


[1] Las representaciones siempre aluden a la realidad, y los imaginarios se expresan a través de la materialidad ero no implican materialidad. Camilo Escobar, “Lo imaginario, entre las ciencias sociales y la historia”, 2000.

[2] un dispositivo puede ser el manicomio o la cárcel, allí se articulan unas prácticas y unos ejercicios de poder.

John Rawls. Justicia como Equidad. En: Revista Española de Control Externo. Vol. 5, Nº 13, 2003, págs. 129-158

Marx, Karl. Crítica del Programa de Gotha. Guadalajara: Italgraf, 1971

Rosanvallon P. (2012). La Sociedad de los Iguales; Barcelona, RBA Política y Sociedad, septiembre 2012

7 comentarios en “Enfoques teóricos de la justicia y equidad”

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