Estructuras de pensamiento en las identidades mutables de la naturaleza humana

Las discusiones sobre la esencia de lo humano conducen a una confrontación entre las nociones de inteligencia humana e inteligencia artificial, porque en ellas se encuentra comprometido el fenómeno de la identidad y, en la identidad de lo humano, su supuesta esencia. Margarita Schultz, en su ensayo, nos propone una mirada que, desde la estética, indaga sobre la cibercultura y los modos en los que se puede ampliar la dimensión de la tecnología. Con este propósito, Schultz se posiciona desde una perspectiva poshumanista, que busca ampliar los horizontes conceptuales de lo humano, con relación a las máquinas computadoras, sus capacidades operacionales y sus disposiciones, entre ellas, tener auto-referencia o auto-conocimiento, resolver problemas, aprender, significar y actuar creativamente. Así y siguiendo esta línea argumentativa, el texto inicia señalando a los humanos como productores de objetos técnicos, somos homo faber, sin embargo, estas acciones técnicas las tienen también los animales, es decir, la autora nos recuerda que el origen de la tecnología es humano, pero eso no quiere decir que el destino sea humanista.

De este modo, el denominado factor humano, presente en la tecnología, tendría que ver con la autonomía operativa y creativa, y con la capacidad adaptativa que, visto en relación con las diversas tareas humanas, es una experiencia interactiva de aprendizaje, vinculada a las cualidades emocionales, sobre la base de una serie de disposiciones técnicas que lo hagan posible. Por esto, surge la pregunta sobre si los androides son una extensión o un remplazo de lo humano, en el marco de unos prejuicios relacionados con la percepción de unos entes maquínicos como potenciales enemigos de la humanidad. No obstante, el texto nos reseña perspectivas sugerentes para repensar este vínculo entre humanos y no humanos, entre ellas, la creación de androides para ayuda doméstica y para acompañar en la soledad, especialmente de personas en avanzada edad. Se propone igualmente programar robots empáticos. Aquí el factor humano está en la integración biología-informática, cerebro-computadores. En el hombre, por el contrario, ese mismo factor humano, en el margen de un proyecto moderno, desata un importante cuestionamiento sobre qué es hombre, es decir, una pregunta que nos remite a importantes luchas por la desigualdad, al tratarse de una categoría que excluye a muchos grupos, bajo criterios configurados como estructuras de pensamiento, cuya intención es, a través de la exclusión, crear una identidad humana estática e inaccesible.

Igualmente, el texto nos ilustra, con el uso de figuras como la del ciborg, sobre la cercanía del factor humano con las máquinas, pero nos advierte que esa relación cercana depende de nuestras propias capacidades adaptativas respecto de estos paisajes poshumanos, atravesados por experiencias que desdibujan los límites de la conciencia, siendo estos el origen de las dificultades en la ampliación de los horizontes conceptuales de lo humano, en relación con los no humanos maquínicos. Con esto en mente, la conciencia dejaría de ser un punto de exclusividad humana para dar paso a un funcionamiento heterogéneo, en donde unas unidades se vinculan para generar realidades complejas en una situación combinatoria, por medio de la gramática generativa que configura nuestra realidad y, en la informática, nos permite pensar más allá de la operatividad mecánica en términos de algoritmos. Es decir, aprender de la experiencia como otro factor humano en los computadores, para corregir sus propios comportamientos y para optimizar resultados, en este punto, la conciencia ya no será un elemento identitario de exclusividad humana.

La muerte, la creatividad, el pensamiento, son algunas de las consideraciones dentro del factor humano, en el marco de una reflexión que se pregunta por identidades mutables en las estructuras de un pensamiento poshumano en el que las computadoras ya no estén solo para cumplir órdenes, sin saber de manera consciente lo que están haciendo. Marvin Minsky, en este orden, contesta que hace falta alcanzar el sentido común, es decir, una expresión de experiencia con respuestas espontáneas que permita obtener plasticidad en la reacción ante lo inesperado. Con este fin, y siguiendo al autor, faltaría la actuación de un Superyó, como supervisor interno de las operaciones, para lograr la selección óptima en un juego de posibilidades, donde el principal limitante es el cercamiento de los significados y la capacidad de auto-referencia. Se propone, entonces, una crítica al concepto de significado, ante la imposibilidad de definir o caracterizar un significado singular para conceptos como el de creatividad o pensamiento. Contrario a Minsky, Hubert Dreyfus, crítico de la IA, expone que la analogía cerebro-mente con hardware y software es insuficiente. Explica que esta creencia popular es una simplificación, comprendiendo que las máquinas no pueden decidir lo importante en una situación, ya que tienen que seguir una cadena de reglas, en este sentido el componente mecánico imposibilitaría la necesaria plasticidad antes mencionada. Se trata de una interpretación mecánica, ante la cual Minsky sugiere hacer unas aproximaciones más profundas respecto de lo que entendemos por inteligencia y su manera de operar, pero evitando caer en la banalidad de otro centrismo.

Schultz, en esta línea, nos plantea una mirada que examina las posibilidades desde las propuestas filosóficas, frente a la pregunta por la técnica, siguiendo a Heidegger, esto, con el propósito de reflexionar en torno a la técnica comprendida en un orden filosófico, es decir, como algo que no es neutral y que sirve a una finalidad. Sin embargo, la finalidad no es lo decisivo para responder a la pregunta por la técnica, además, la técnica moderna está basada en acumular y agotar, entonces, la cosificación de la persona humana está, tanto en ese acumular y agotar, como en la vinculación perversa con las máquinas. Esto nos configura en la percepción de lejanía y oposición, en una discusión cuyo centro es la autonomía y la creatividad.

De esta forma y para comprender los diálogos con el factor humano en una búsqueda por poner de relieve la necesidad de una relación menos excluyente entre máquinas y humanos sobre la base de los logros actuales, se describen en el texto cuatro aspectos relacionados con el humano y con la máquina. En primer lugar, el aspecto formal, es decir, el intercambio de datos entre humanos y máquinas. la accesibilidad y la usabilidad en el margen de la pertinencia de las interfaces, es decir, cuando son adecuadas, convenientes y amigables. En segundo lugar, el aspecto contextual, la atmósfera propia del desarrollo conceptual de las TICs, y el universo socio cultural circundante. En tercer lugar, el aspecto conceptual que se basa en la necesaria interacción interpersonal y la forma de ejercitar la solidaridad, el bien común en una globalidad integrativa. Por último, el aspecto social que se centra en las formas de circulación de la información como las comunidades de debate, los foros abiertos, los blogs personales, los sitios de citas, los grupos de activistas, de arte colaborativo, entre otros.

SCHULTZ, M. (2007). “El factor humano en la cibercultura” (pp. 19-63). En: Margarita Schultz (ed.) El factor humano en la cibercultura. Buenos Aires: Alfagrama.

7 comentarios en “Estructuras de pensamiento en las identidades mutables de la naturaleza humana”

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