Arte/cultura, cultura/naturaleza

Los estudios multiespecie proponen un acercamiento relacional a los diversos modos de vida desde un enfoque que busca hacer material la conciencia de interconexión con los otros. Así, se hace manifiesto que ninguna forma de vida puede darse o describirse sin tomar en cuenta las demás formas de vida a su alrededor. Hablamos de la vida humana como una relación interespecies, es decir, vínculos entrelazados de amplias ecologías del yo, medios dinámicos que continuamente se autoorganizan de forma activa y se vinculan estrechamente a redes de significación comunes. Adicionalmente, este relacionamiento multiespecie funciona en un registro temporal y semiótico bajo el que se desprende un mundo complejo en el que ser es siempre un devenir y devenir es siempre un co-devenir. El co-devenir refiere a procesos complejos que involucran el intercambio y la emergencia de significados, y la inmersión en redes de significación bioquímicas, lingüísticas y simbólicas.

El texto de Dooren, Kirksey y Münster nos inicia en el campo de los estudios multiespecie, allí se propone ver a los humanos y a los no-humanos en continuo, donde todos son una multiespecie en sí mismos. Además, nos formula una mirada crítica a la división taxonómica entre especies, para, en su lugar, generar continuos y sugerir un posicionamiento posantropocéntrico que no considere al humano como centro. Es decir, se trata de una corriente poshumanista que cuestiona el antropocentrismo intrínseco y condicionante del humanismo y de la modernidad, en el que se articulan numerosas asimetrías en los ejercicios de poder, en los cuales el humano es el centro. Así, pensar esta relación nos planeta el reto de indagar sobre las implicaciones de la purificación moderna entre las categorías de “naturaleza” y “cultura”, ya que en esta segmentación emerge el olvido y la negación de un existir humano dependiente de relaciones simbióticas con atmósferas, suelos, animales, plantas, máquinas, entre otros. 

Con esto en mente, los estudios multiespecies nos sugieren nuevas comprensiones de la relación entre los humanos y los no-humanos, en las que muchas de las respuestas estarían en el cuestionamiento crítico a la separación cultura/naturaleza. Igualmente, es una perspectiva que reconoce los modos de relacionamiento como la unidad mínima de análisis y en la que se atiende el ensamblaje multiespecie como la propiedad de la que se derivan identidades enmarcadas en una alteridad afirmativa, de la que a su vez se despliegan unas prácticas ontológicas co-constitutivas, materializadas en asociaciones complejas, semiótico-materiales en las que inter-actúan bacterias, virus, entre otros. Todo esto como resultado de unas prácticas de observación atentas y detalladas que se proyectan como la posibilidad consecuente de nuestra relación con otros y se manifiestan en postulados como el del co-devenir o las especies de compañía en Donna Haraway, quien plantea la interdependencia entre especies que co-devinieron y co-evolucionaron.

Por su parte, Eduardo Kac, es un artista Brasileño que ha explorado las posibilidades de la ingeniería genética para entablar diálogos entre lo orgánico y lo digital. En su texto sobre la emergencia de la biotelemática y la biorrobótica, nos plantea los modos en los que el paso de la biología de ciencia natural a ciencia de la información ha abierto las posibilidades en las artes plásticas. Él aterriza este potencial explorativo en cuatro de sus obras biosemióticas, “Ensayo sobre el entendimiento humano”, “Teletransporte de un estado desconocido”, “A-positivo” y “Cápsula del tiempo”. Siguiendo al autor, son obras que animan la interacción dialógica y examinan cuestiones sobre identidad, agencialidad, responsabilidad y diversas posibilidades comunicativas. Además, funcionan desde la telepresencia que ya no requieren la presencia física del cuerpo, sino una relación mediada a través de la comunicación a distancia, de manera que en sus obras se vinculan distintas especies, distintos lugares y tiempos, y nos permiten comprender que la tecnología y los dispositivos son configuradores de mundos y a través de ellos podemos ver y pensar a escalas no humanas, para darle sentido de continuo al ecosistema natural/cultural.

Si bien es legítimo pensar que el arte es libre de explorar herramientas y campos ampliamente, es fundamental en su ejercicio recuperar los itinerarios filosóficos que supone su práctica y la necesidad que hay en el arte de proponer discusiones impulsadas por un deseo de conocer y profundizar en la relación arte/sociedad, porque los diálogos que allí se plantean son finalmente los gestores de reflexiones e intercambios que, posteriormente, amplían la conciencia del cuerpo social en su interconexión con otros. Además, ese deseo de conocer, convierte al arte, en este caso al Bioarte, en un lenguaje en sí mismo que expresa y enriquece las posibles subjetividades, y en gran medida crea las condiciones para la superación de la negatividad, desplegando fuerzas cognitivas, afectivas y éticas. Con esto en mente, el arte, en el marco de unos estudios multiespecie, significa crear nuevos instrumentos conceptuales que permitan relacionarnos e interactuar con los otros y sus resultados constituyen estrategias sociales para reconducirnos hacia una alteridad afirmativa.

KAC, Eduardo (2008). Telepresencia y bioarte: interconexión en red de humanos, robots y conejos. Capítulo La emergencia de la biotelemática y la biorobótica: integración de biología, procesamiento de información, conectividad de redes y robótica. Pp 289-312. Capítulo El octavo día: ecologías transgénicas. Biorobótica transgénica. Pp 375-384. Universidad de Michigan.

DOOREN, T., KIRKSEY, E., MUNSTER, U. (2016). “Multispecies Studies: Cultivating Arts of Attentiveness”. Environmental Humanities, 8:1.