Bestiario posantropocéntrico de animales fabulosos

Los bellos pensamientos señores

no ocultan el perfume de la carne

hemos de transpirar en los museos como bestias

sumisas bestias en un rincón de terciopelo

Blanca Varela

Desde un interés por confrontar al antropoceno a partir de la comunión con los no humanos, se propone dar cabida a lo inhumano, poshumano y transhumano con un dispositivo taxonómico, que responde a las lógicas de lo que sería el bestiario del animal humano, posatropocéntrico, fundamentado en la sospecha de que, bajo la envoltura humana, palpita un animal indecible, un espacio del pensamiento que no corresponde ya a los orígenes medievales de un bestiario que ofrece lecciones enmarcadas en una moralidad binaria. Pero, más allá de un bestiario posantropocéntrico, dominado por un animal humanizado, como ya se hizo en épocas anteriores, es un compendio múltiple, polisémico, que se funda en una comunión entre el animal y el humano, pero, más que comunión, diríamos confusión, mezcla, tachadura de fronteras y un mestizaje animal y humano desde donde se da valor a esa otredad significativa, en un horizonte poshumano, donde no tememos a la metamorfosis, ni a la noción de monstruoso, que desde el humanismo se ha manipulado de maneras perversas.

Tiene que ver con siglos de rechazo a nuestra condición animal, que puede hacerse presente recordando la complejidad de la materia y del cuerpo que habitamos o que nos habita. Todo esto es posible si radicalizamos nuestra mirada y la re-orientamos hacia un universo de relaciones de vía doble entre los humanos y los no humanos, donde ninguno es protagonista. Sin embargo, en la tarea de contrarrestar los efectos del humanismo y de la modernidad, se formularía subvirtiendo el orden donde el humano domina desde el centro, para pasar, entonces, a un estado de la alteridad. Finalmente se trata de una convivencia que da paso al surgimiento de una recopilación de animales humanos posantropocéntricos fabulosos, en alusión a los orígenes de la noción de bestiario, pero del cual subyacen lecciones inmorales, posmorales y transmorales, reflejando la creencia de que todo en el mundo, real o imaginario, es el resultado de una evolución, en el marco de una singularidad de tercera generación biológica, independiente y flexible que, tras repeticiones cíclicas, logró articular todos los fenómenos de la naturaleza en redes de interacción en las que cada organismo depende de los demás organismos en su entorno.

Así, por ejemplo el pelícano, que en el bestiario de San Isidoro de Sevilla enseñaba sobre el cuidado y la reproducción de la vida, al ser un animal que abría su pecho para dar vida a sus polluelos con su propia sangre y, a su vez, se entendía como una metáfora de Jesucristo en la tradición judeo-cristiana, de la misma forma, un bestiario posatropocéntrico de animales humanos fabulosos puede arrojar significados, enmarcados en nuevas creencias y nuevos paradigmas poshumanos, y descripciones inscritas dentro de un imaginario colectivo de seres, hasta el momento extrañados, pero que pueden estar latentes en los postulados de un poshumanismo posmoral e inclusivo. Sería, entonces, una taxonomía poshumana y posantropocéntrica, que se posiciona desde el vínculo con los seres vivos y las situaciones reales que de allí se despliegan, y que dan origen a nuevos seres cohabitantes y convivientes como iguales que comparten entre sí una condición que se fortalece cíclicamente y da paso a las posibilidades de ver lo humano en los animales, y lo animal en los humanos.

En esta línea, cabe igualmente replantear, desde esa posmoralidad, las connotaciones ideológicas negativas que han tenido en occidente las nociones de animal y de bestia en el pensamiento humanista occidental. Así, es también una exploración discursiva que pretende transgredir y vulnerar esos limitantes, para dar paso a una bestialidad que no es moral y que deja constancia de que también estamos hechos de cuerpo, carne y materia. Como animales humanos nos diseccionamos y nuestras partes físicas y espirituales aparecen dando cuerpo al animal, con esto en mente ¿qué pasaría entonces si el animal fuera el que diera cuerpo al sujeto humano? ¿qué híbrido fabuloso poshumano y posantropocéntrico resultaría de una humanidad que acepta su animalidad y la dota de belleza y valor? ¿cómo nos relacionaríamos con nuestro cuerpo y con el cuerpo del animal al convertirnos en seres mestizos, mitad hombre, mitad animal, que, tras una metamorfización, suprime las categorías y las lógicas de dominio sobre ese otro no humano? Ciertamente se trastocaría el orden moral y humanista, para dar paso a unas lógicas invertebradas que hasta el momento se nos han escapado como gatos por la ventana.

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