Perspectivas subalternas

Los estudios subalternos, desde su enfoque poscolonial, han contribuido al arraigo de identidades configuradas en el marco de unos procesos amplios, que forman y transforman sujetos y también comunidades. Se trata de una perspectiva proveniente de oriente, un lugar que ha sufrido procesos de colonización por parte del norte global y en cuyo ejercicio se promueve un trabajo que vincula la socialización y la subjetivación colectiva, todo esto a través de conocimientos producidos al interior de las culturas y los movimientos sociales comunales. Adicional a esto, se trata de un modo de resistencia al paradigma eurocéntrico que implica, por una parte, la dialéctica entre el ego y el “otro” y, por otra, una lógica binaria relacionada a la identidad y a la alteridad, donde la primera denota la racionalidad universal, y la segunda, su contraparte negativa. Así, se re-orienta la mirada y se proponen modos de relacionamiento decoloniales que comprenden unas realidades políticas y culturales, marcadas por un conflicto basado en el lugar especial que ocupa Oriente en la experiencia Europea Occidental.

Cuando la noción de diferencia refiere a una idea de inferioridad, se asume entonces una alteridad, connotada por esencialismos, donde las diferentes ubicaciones entre centros y periferias comprenden un medio crucial por el cual se perciben procesos sociales, expresados en construcciones cotidianas, definidas en relaciones históricas de producción y reproducción, apropiación y aprobación, y poder y diferencia. En esta lógica, Occidente se ha servido de estos otros sensualizados, racializados y naturalizados para autodefinirse en contraposición a su imagen y a su experiencia. El orientalismo, fortalecido por los efectos de la hegemonía cultural, planeta entonces un discurso asumido desde el poder y la exclusión, al expresar y representar ideológicamente unos imaginarios cimentados en un repertorio discursivo que no problematiza los estereotipos ni las implicaciones mutuas del colonialismo y el imperio europeo en el conocimiento y el poder occidental.

Las identidades del “ser” y el “otro”, problematizadas en el texto de Said, Orientalismo, proponen ideas y argumentaciones preocupadas por estas fabricaciones discursivas, ideológicas y materiales de Oriente, como ese otro no occidental, reducción en la que se origina una eterna ignorancia, una falsedad y una mala consciencia del sujeto dominante, responsable, a su vez, de esta deshumanización epistémica y social. De este modo, se trata de un trabajo crítico, que alerta sobre la necesidad de elaborar un relato histórico que tome en consideración las experiencias coloniales, sus abusos violentos, su injusticia estructural y las vivencias poscoloniales, todo esto a partir de un acercamiento consciente, capaz de apropiar las lecciones del pasado, sin perder de vista las voces emergentes de pueblos no europeos y sus identidades culturales.

Entonces, ¿Qué posibilidades de hablar tiene el subalterno, en un silenciamiento estructural dentro de la narrativa histórica capitalista? El subalterno, que desde los postulados gramcianos pasa a ser un sujeto histórico, que responde también a las categorías de género y etnicidad, y que adopta en su ontología las propuestas analíticas posmodernas y posestructuralistas, pertenece, bajo el análisis que propone Spivak, a una categoría monolítica, en la que se presume una identidad y una consciencia de sujeto, referido específicamente a los grupos oprimidos y sin voz, el proletariado, las mujeres y los campesinos, para quienes es negado un estatus dialógico, es decir, no son sujetos que puedan ocupar una posición discursiva desde la cual hablar. Sin embargo, en cuanto a sus posibilidades de subvertir las cosas al utilizarlas con fines y en función de referencias ajenas al sistema desde el cual se elaboran, Spivak nos da muchas luces al señalar la posibilidad de romper los esquemas de dominación política, económica y cultural neo-coloniales.

En este sentido, la crítica de Spivak resalta los peligros del trabajo intelectual que favorece la dominación del subalterno, perpetuando su silencio y negándole un espacio para que su voz sea escuchada. Advierte, así, la importancia de no hablar “por” el subalterno, porque es una práctica opresora que refuerza la noción de subalternidad sobre ellos. Ya en discusiones previas vimos alternativas en campos como el de la antropología, donde sociólogos como Fals Borda proponen re-conceptualizaciones y metodologías como la investigación acción participativa, siendo este un modo no hegemónico de hacer investigación. En cuanto a esto, la autora plantea una problematización preocupada por ver cuál es y cómo funciona la relación del sujeto con la dominación, en el marco de la corriente analítica posestructuralista, cuya búsqueda es la de des-centrar el sujeto, resaltando el modo en que la idea de individuo es un constructo occidental, proyectado discusivamente en las representaciones imperiales. 

A modo de cierre, vale la pena plantearnos la posibilidad de repensar nuestros análisis y posturas políticas, como intelectuales y académicos, frente a unas relaciones sociales que históricamente se han articulado por la oposición entre lo primitivo y lo civilizado, es decir, lo occidental, y las jerarquías históricas de la otredad no occidental, un antagonismo donde la relación entre sujeto y dominación se vuelve un importante punto de inflexión en lo que tiene que ver con la conciencia, la subjetividad, la intencionalidad y la identidad que emergen de esta relación. De aquí subyacen igualmente preguntas reflexivas por las implicaciones que tiene ser un sujeto subalterno en cuanto a las construcciones ideológicas de género, donde se mantiene lo masculino como superior en el orden dominante. Así, en los procesos de apropiar la condición subalterna, se presentan también unos limitantes, articulados por una producción colonial, en la que el subalterno no solo es silenciado, sino que, como mujer, se encuentra aún más profundamente suprimido. Con todo este panorama, en tanto científicos sociales, nos queda la tarea de identificar, en nuestro ejercicio, cuáles son esas estructuras epistémicas que apoyan y mantienen vivo un itinerario opresor, en cuyo ejercicio confluyen marcos de pensamiento, lenguajes y ontologías, que constantemente lo perpetúan y lo reproducen.

Chakravorty Spivak, Gayatari, ¿Puede la subalterna hablar?, 1985

Said, Edward, Orientalismo, 1978

4 comentarios en “Perspectivas subalternas”

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